Columna de opinión

En cuarentena suceden un sinfín de emociones: ansiedad, incertidumbre, miedo, angustia, ira, vulnerabilidad.

Estamos atravesados como humanidad, por una pandemia que no distingue razas, credos, edad, continentes, estatus social ni económico. La posibilidad de contagio afecta a todos los seres humanos por igual.

Vivíamos en un mundo construido y conocido, en el que estábamos más o menos cómodos. De un día para el otro, de la noche a la mañana, nos vimos confinados en nuestros hogares, aquellos que tenemos la bendición de tenerlo.

A partir de esta instancia, un sinfín de emociones comienzan a suceder; ansiedad, incertidumbre, miedo, angustia, ira, vulnerabilidad. Y en este confinamiento, comenzamos de alguna manera, a comprender que esa forma de vida conocida no existe más y que no sabemos cómo va a ser el mundo en el futuro. Ante las imágenes del desgarramiento de países como Estados Unidos, Italia o España, que parecen relatos de una película de ciencia ficción, tenemos la opción de quedarnos paralizados, consternados ante esta realidad o atravesar esta primera emoción, aceptando el dolor que nos produce y utilizar todos los recursos que tenemos, para poder transformarnos y comenzar desde el aquí y ahora a construir un mundo nuevo.

Considero que, en este aquí y ahora, que es lo único que realmente existe, tenemos la gran oportunidad de mirar hacia adentro de nosotros mismos. Descubriendo así, nuestro ser resiliente, nuestros recursos, nuestra creatividad, para poner en acción todo ese potencial humano que tenemos, y así lograr la transformación que requiere este momento.

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