Especialista Consultada

Nos dejará impresiones para toda la vida. La conmoción por la pandemia invade también nuestros sueños.

Cuando se anunció el primer caso de coronavirus en la Argentina, un asteroide se aproximaba a la Tierra. La NASA le adjudicaba una longitud de 40 cuadras y una velocidad de 31.320 kilómetros por hora. Si tenía puntería, decían las crónicas, podía acabar con la Humanidad. Fue la noticia más leída durante dos días y despertaba comentarios catastróficos en tono de broma. ¿Qué harías si eso fuera cierto? ¿Cuáles serían tus últimos deseos si se acercara el fin del mundo? ¿A qué seres queridos refugiarías en tu memoria?

En estas cinco semanas de cuarentena, nadie se puso a pensar esas cosas. El interés por el impacto profundo se diluyó y la colisión del objeto extraterrestre quedó para argumentos de películas de ciencia ficción. Es que no se activaron esa vez las formas sensibles que tenemos para construir recuerdos.

Cuando sí se hizo realidad la pesadilla que venía silenciosa, la que anunciaba la Organización Mundial de la Salud cuando el Covid-19 se empezó a desparramar por el mundo, nuestra atención abandonó el telescopio y se aferró a la televisión, a la familia, a los sueños postergados, a las palabras no dichas y a la incertidumbre por el mundo que nos espera.

Y en esa neblina emocional apareció una certeza: según un estudio de tres investigadoras españolas, en estos momentos dramáticos por la pandemia, con nuestras vulnerabilidades tan expuestas, estamos construyendo recuerdos que nos acompañarán toda la vida.

Se llaman “memorias de destello”, un tipo especial de recuerdos que “se construye alrededor de acontecimientos únicos, sorprendentes y personalmente relevantes, como los que vivimos”, encerrados, asustados, al filo de la muerte. Lo dicen Alejandra Marful, Daniela Paolieri y Teresa Bajo, integrantes del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento, de la Universidad de Granada.

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